Después de hablar un poco de las personas GESTORAS y de descubrir porqué igual “Tu jefe no es tan malo”, voy a empezar a centrarme en las personas DIRECTIVAS del sector publico.
En eso que yo califico con la frase de que NO HAY NADIE AL MANDO y que matizada sería NO HAY NADIE COMPETENTE AL MANDO. Empezar a comentar lo que muchos autores (algunos se citan en esta entrada) definen como “dirección pública profesional".
La teoría de “Tu jefe no es tan malo” es aplicable a los Gestores de cualquier organización, yo creo que se da tanto en las privadas como en las públicas. La diferencia está en lo que dice el artículo al final referido a los técnicos, “debemos averiguar cuanto antes qué carrera profesional va a seguir, ya que en caso de decidirse por la de gestión debemos comenzar a trabajar de inmediato en desarrollar las competencias necesarias de forma que esté perfectamente preparado cuando llegue el momento”, y eso, que yo sepa, sólo ocurre en pocas empresas privadas; desde luego donde no ocurre es en la administración. Ya volveré sobre el asunto.
Voy a intentar centrarme ahora en la problemática de los Directivos en el sector público y para ello, mejor que yo lo explica RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO que en “LOS DIRECTIVOS PÚBLICOS EN ESPAÑA (TRES TESIS Y ALGUNAS PROPUESTAS)" describe como debido al tormentoso proceso de construcción de nuestro sistema público,
Voy a intentar centrarme ahora en la problemática de los Directivos en el sector público y para ello, mejor que yo lo explica RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO que en “LOS DIRECTIVOS PÚBLICOS EN ESPAÑA (TRES TESIS Y ALGUNAS PROPUESTAS)" describe como debido al tormentoso proceso de construcción de nuestro sistema público,
“la función de dirigir en nuestro sector público ha sido siempre una tarea ejercida por políticos o si se prefiere por personas designadas políticamente.
A la llegada de la democracia, la desconfianza hacia la función pública del sistema franquista hace que se refuerce la confianza política para proveer puestos directivos y la libre designación para los puestos de mando que deban ser cubiertos por funcionarios y eso ocurre en todas (sin excepción) nuestras administraciones públicas. Ni siquiera las fuerzas “nacionalistas” que renegaban del patrimonio “cultural” de lo español supieron desembarazarse de tan pesada herencia".
Después de analizar las posibles soluciones y los problemas que ha encontrado su aplicación concluye muy duramente:
“No cabe sino subrayar a estas alturas el innegable valor estratégico que para cualquier organización pública tiene el segmento de la dirección. Quien no quiera ver esta realidad es, lisa y llanamente, un ignorante o, lo que es peor, alguien que quiere seguir aplicando prácticas clientelares en el sector público.
La mejora del rendimiento institucional de cualquier organización pública exige, por tanto, la institucionalización efectiva de ese “tercer espacio” entre la política y la administración que puede denominarse convencionalmente como “dirección pública profesional".
La lección que de estas páginas debe extraerse es muy precisa. Las administraciones públicas españolas, en el ámbito de la dirección pública profesional, se encuentran en “el furgón de cola” de los países con estructuras democráticas consolidadas.
Esta pésima situación, que bien puede calificarse de subdesarrollo institucional, hipoteca nuestro futuro y condiciona fuertemente las bases de un desarrollo económico, político y social sostenible al margen de coyunturas más o menos benévolas. Ciertamente, esta situación en la que se encuentra la dirección pública no es fruto de la casualidad ni tampoco algo contingente. La cultura de la confianza política, de “la clientela”, de la consideración patrimonial de lo público, la falta de responsabilidad y el “amateurismo”, así como el nepotismo, son herencias fuertes de un largo proceso histórico que han terminado por echar profundas raíces en nuestra ”cultura” política y en nuestras mentalidades: ir arrancando esas raíces será tarea larga y prolija. Pero si no empezamos a dar pasos, por pequeños que sean, el futuro quedará fuertemente hipotecado y la competitividad de nuestro sistema público perderá enteros frente a entornos que se están mostrado mucho más ágiles y receptivos".
Además del citado RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO, que nos ha explicado con claridad meridiana el origen del perfil del directivo actual y la necesidad de cambio, otros autores también defienden la necesidad de una dirección pública profesionalizada. Alguno de los que he encontrado son:
PABLO CARDONA en “EN BUSCA DE LAS COMPETENCIAS DIRECTIVAS” afirma que las competencias directivas son aquellos comportamientos observables y habituales que justifican el éxito de una persona en su función directiva.
FRANCISCO LONGO en EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS DIRECTIVAS EN LOS SISTEMAS PÚBLICOS: UNA PRIORIDAD DEL FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL comienza estableciendo la premisa de que la evolución de los estados modernos hacia lo que hoy llamamos un estado prestador, social o de bienestar nos lleva a una enorme expansión de la actividad prestadora de los poderes públicos que da lugar a una creciente complejidad y diversificación de los procesos de producción de los servicios y aparece la necesidad de definir la función directiva.
FRANCISCO LONGO en el artículo “INSTITUCIONALIZAR LA GERENCIA PÚBLICA: RETOS Y DIFICULTADES” La capacidad de dirigir es inseparable de la posibilidad de tomar ciertas decisiones sobre áreas como los recursos financieros o humanos lo que entra en colisión con las prácticas, habitualmente centralizadas de las burocracias públicas. La transformación del marco relacional se produce aquí, por consiguiente, en forma de transferencia a los gestores de facultades anteriormente retenidas por órganos de la tecnoestructura. Estos, a su vez, ven cambiar sustancialmente su papel en las organizaciones hacia la realización de los sistemas de control de rendimiento de la práctica directiva y gestora”.
ALBERTO PALOMAR OLMEDA en el documento PAUTAS PARA EL DISEÑO DE UN ESTATUTO DE DIRECTIVO PUBLICO EN EL MARCO DE LAS ADMINISTRACIONES CONVENCIONALES concluye con la necesidad de establecer unas reglas específicas de conexión entre el sistema funcionarial convencional y el de directivos públicos.
CARLES RAMIÓ MATAS en “POLÍTICA Y GESTIÓN: LA REGULACIÓN DEL ROL DEL DIRECTIVO PÚBLICO” considera que hace falta un Estatuto del Directivo Público y que en el momento actual es más necesario que nunca. Propugna la división en tres niveles, político, político-profesional (polotécnico) y profesional.
RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO, MANUEL VILLORI y PALOMAR OLMEDA en el libro LA DIRECCIÓN PÚBLICA PROFESIONAL EN ESPAÑA En democracia, gente no experta (con legitimidad política) dirige a gente experta (legitimada por mérito y capacidad acreditada en un proceso directivo). Para que gente no experta dirija a gente experta es necesario que se intercale entre ambos ámbitos gente que, equilibradamente, conjugue compromiso y afinidad política con solvencia técnica profesional. La Dirección Pública ha de cumplir esta misión
JUAN CARLOS CORRALES GUILLÉN Y CAYETANO PRIETO ROMERO hablan en “LA FIGURA DEL DIRECTIVO PUBLICO PROFESIONAL” de la falta de regulación que permite diferentes opciones en los diferentes ámbitos y defienden un Directivo Profesional con relación laboral, no funcionario.
ALEJANDRO NIETO en su libro “EL DESGOBIERNO DE LO PÚBLICO” defiende que los directivos sean funcionarios ante la posibilidad de que el nombramiento de directivos no funcionarios se utilice para que “se premien servicios de confianza ya prestados y/o se estimulen fidelidades futuras”.
A la llegada de la democracia, la desconfianza hacia la función pública del sistema franquista hace que se refuerce la confianza política para proveer puestos directivos y la libre designación para los puestos de mando que deban ser cubiertos por funcionarios y eso ocurre en todas (sin excepción) nuestras administraciones públicas. Ni siquiera las fuerzas “nacionalistas” que renegaban del patrimonio “cultural” de lo español supieron desembarazarse de tan pesada herencia".
Después de analizar las posibles soluciones y los problemas que ha encontrado su aplicación concluye muy duramente:
“No cabe sino subrayar a estas alturas el innegable valor estratégico que para cualquier organización pública tiene el segmento de la dirección. Quien no quiera ver esta realidad es, lisa y llanamente, un ignorante o, lo que es peor, alguien que quiere seguir aplicando prácticas clientelares en el sector público.
La mejora del rendimiento institucional de cualquier organización pública exige, por tanto, la institucionalización efectiva de ese “tercer espacio” entre la política y la administración que puede denominarse convencionalmente como “dirección pública profesional".
La lección que de estas páginas debe extraerse es muy precisa. Las administraciones públicas españolas, en el ámbito de la dirección pública profesional, se encuentran en “el furgón de cola” de los países con estructuras democráticas consolidadas.
Esta pésima situación, que bien puede calificarse de subdesarrollo institucional, hipoteca nuestro futuro y condiciona fuertemente las bases de un desarrollo económico, político y social sostenible al margen de coyunturas más o menos benévolas. Ciertamente, esta situación en la que se encuentra la dirección pública no es fruto de la casualidad ni tampoco algo contingente. La cultura de la confianza política, de “la clientela”, de la consideración patrimonial de lo público, la falta de responsabilidad y el “amateurismo”, así como el nepotismo, son herencias fuertes de un largo proceso histórico que han terminado por echar profundas raíces en nuestra ”cultura” política y en nuestras mentalidades: ir arrancando esas raíces será tarea larga y prolija. Pero si no empezamos a dar pasos, por pequeños que sean, el futuro quedará fuertemente hipotecado y la competitividad de nuestro sistema público perderá enteros frente a entornos que se están mostrado mucho más ágiles y receptivos".
Además del citado RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO, que nos ha explicado con claridad meridiana el origen del perfil del directivo actual y la necesidad de cambio, otros autores también defienden la necesidad de una dirección pública profesionalizada. Alguno de los que he encontrado son:
PABLO CARDONA en “EN BUSCA DE LAS COMPETENCIAS DIRECTIVAS” afirma que las competencias directivas son aquellos comportamientos observables y habituales que justifican el éxito de una persona en su función directiva.
FRANCISCO LONGO en EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS DIRECTIVAS EN LOS SISTEMAS PÚBLICOS: UNA PRIORIDAD DEL FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL comienza estableciendo la premisa de que la evolución de los estados modernos hacia lo que hoy llamamos un estado prestador, social o de bienestar nos lleva a una enorme expansión de la actividad prestadora de los poderes públicos que da lugar a una creciente complejidad y diversificación de los procesos de producción de los servicios y aparece la necesidad de definir la función directiva.
FRANCISCO LONGO en el artículo “INSTITUCIONALIZAR LA GERENCIA PÚBLICA: RETOS Y DIFICULTADES” La capacidad de dirigir es inseparable de la posibilidad de tomar ciertas decisiones sobre áreas como los recursos financieros o humanos lo que entra en colisión con las prácticas, habitualmente centralizadas de las burocracias públicas. La transformación del marco relacional se produce aquí, por consiguiente, en forma de transferencia a los gestores de facultades anteriormente retenidas por órganos de la tecnoestructura. Estos, a su vez, ven cambiar sustancialmente su papel en las organizaciones hacia la realización de los sistemas de control de rendimiento de la práctica directiva y gestora”.
ALBERTO PALOMAR OLMEDA en el documento PAUTAS PARA EL DISEÑO DE UN ESTATUTO DE DIRECTIVO PUBLICO EN EL MARCO DE LAS ADMINISTRACIONES CONVENCIONALES concluye con la necesidad de establecer unas reglas específicas de conexión entre el sistema funcionarial convencional y el de directivos públicos.
CARLES RAMIÓ MATAS en “POLÍTICA Y GESTIÓN: LA REGULACIÓN DEL ROL DEL DIRECTIVO PÚBLICO” considera que hace falta un Estatuto del Directivo Público y que en el momento actual es más necesario que nunca. Propugna la división en tres niveles, político, político-profesional (polotécnico) y profesional.
RAFAEL JIMÉNEZ ASENSIO, MANUEL VILLORI y PALOMAR OLMEDA en el libro LA DIRECCIÓN PÚBLICA PROFESIONAL EN ESPAÑA En democracia, gente no experta (con legitimidad política) dirige a gente experta (legitimada por mérito y capacidad acreditada en un proceso directivo). Para que gente no experta dirija a gente experta es necesario que se intercale entre ambos ámbitos gente que, equilibradamente, conjugue compromiso y afinidad política con solvencia técnica profesional. La Dirección Pública ha de cumplir esta misión
JUAN CARLOS CORRALES GUILLÉN Y CAYETANO PRIETO ROMERO hablan en “LA FIGURA DEL DIRECTIVO PUBLICO PROFESIONAL” de la falta de regulación que permite diferentes opciones en los diferentes ámbitos y defienden un Directivo Profesional con relación laboral, no funcionario.
ALEJANDRO NIETO en su libro “EL DESGOBIERNO DE LO PÚBLICO” defiende que los directivos sean funcionarios ante la posibilidad de que el nombramiento de directivos no funcionarios se utilice para que “se premien servicios de confianza ya prestados y/o se estimulen fidelidades futuras”.
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